EL SECTOR TEXTIL EN LA ENCRUCIJADAEL SECTOR TEXTIL EN LA ENCRUCIJADA

EL SECTOR TEXTIL EN LA ENCRUCIJADAEL SECTOR TEXTIL EN LA ENCRUCIJADA

La Comisión Europea ha aprobado el pasado 30 de marzo, en el marco del Pacto Verde Europeo, una estrategia para el sector textil que busca luchar contra los efectos sociales y ambientales negativos de un modelo económico cada vez más cuestionado. En Europa, el consumo de productos textiles ocupa el cuarto lugar en incidencia sobre el cambio climático, después de la alimentación, la vivienda y la movilidad. A escala global la producción se ha duplicado entre 2000 y 2015 y hoy el sector se sitúa entre los que más presión ejercen sobre el agua y sobre el uso de la tierra, y entre los cinco que más recursos consumen y que más emisiones de gases con efecto invernadero generan.

No puede esperar, por tanto, la adaptación a la transición ecológica de un sector que emplea a más de millón y medio de personas en Europa, que es clave para fijar la población en las comunidades y que genera una proporción muy significativa de la riqueza mundial: solo en España, la moda aportaba antes de la pandemia en torno al 2,9% del PIB y el 4,3% del empleo.

La iniciativa de la Comisión busca precisamente favorecer la resiliencia del sector impulsando las transiciones ecológica y digital. Para ello, se establecen objetivos y medidas concretas que impulsarán la circularidad de los productos, su durabilidad y su seguridad para las personas y el entorno, asegurando, además, que se producen en condiciones laborales dignas.

El proceso de globalización ha tenido entre sus efectos la generalización de un modelo de consumo más enfocado al ocio, a la experiencia de la compra, que al uso de los productos adquiridos. Una filosofía “de usar y tirar” que contribuye a generar ingentes cantidades de residuos que acaban en incineradoras, en vertederos o en parajes naturales, además de, en muchos casos, esquilmar los recursos o perpetuar condiciones laborales precarias.

El sector en Europa busca orientar la recuperación post pandemia hacia un nuevo paradigma, teniendo en cuenta los crecientes requerimientos regulatorios y las demandas actuales del consumidor en las gamas bajas y medias: se espera una reducción sustancial en el segmento basado en la importación de productos de bajo coste que se venden a precio muy bajo, mientras las compañías se orientan a modelos de mayor proximidad donde puedan tener el control de la cadena de valor, asegurando así a sus grupos de interés que la regulación se cumple y que se minimizan los riesgos.

En este sentido, la nueva estrategia europea generaliza la aplicación al sector del modelo de responsabilidad ampliada de los fabricantes, como hace también la recién aprobada Ley de residuos española. Este mecanismo es una realidad en numerosos ámbitos, desde el papel hasta los productos fitosanitarios. Se trata de asegurar que los fabricantes, los primeros interesados en vender, se aseguren de que los residuos asociados a sus productos se traten, y de que se haga correctamente. Esto incluye implicar a los usuarios de los productos y hacerles conscientes de los impactos ambientales que tiene su consumo, repercutiendo sobre ellos los costes de unas obligaciones legales que los fabricantes son responsables de cumplir. De esta manera se asegura que los consumidores asumen y conocen los costes posteriores a la comercialización, y que los residuos correspondientes efectivamente se tratan, al menos en su mayor parte.

Además, la Ley de residuos establece la aplicación de un tipo cero de IVA a las entregas de bienes realizadas en concepto de donativos a las entidades sin fines lucrativos, una medida que concuerda con la voluntad de la estrategia europea de desincentivar la destrucción de stocks no vendidos o devueltos, obligando a las empresas a publicar el número de productos que desechan y destruyen. Esta práctica no solo es cuestionable desde el punto de vista económico e incluso moral: es que está generando problemas muy serios en vertederos y parajes naturales convertidos en depósitos inmensos de ropa no vendible. Quizá el ejemplo más extremo es lo que sucede en el desierto de Atacama, en Chile. En este paraje natural, famoso por ser el lugar del mundo con menos precipitaciones, las especies animales y vegetales únicas que lo habitan ven llegar cada año unas 60.000 toneladas de residuos textiles, que pueden tardar miles de años en degradarse e incluyen materiales de todo tipo, muchos de ellos altamente contaminantes.

El hecho de que las comunidades pobres de la región aprovechen estos materiales no es una excusa para evitar que se sigan depositando. Como tampoco es válida la defensa de las comunidades locales en Asia cuando lo que se persigue es aprovechar la precariedad laboral en beneficio propio, sumando a las externalidades ambientales del transporte – o de un proceso de producción contaminante – unas altísimas externalidades sociales.

Solo la traslación a precios de estas externalidades, junto con un etiquetado claro, homogéneo y fiable serán capaces de ir induciendo en los consumidores los cambios que el planeta necesita, que las regulaciones impulsan cada vez más, que los inversores respaldan y que las empresas líderes aplican con éxito. Para que la transición sea exitosa, será necesario que sea paulatina pero firme, sin pasos atrás, y, sobre todo, que sea colaborativa, dando voz a todos los grupos implicados para impulsar soluciones válidas que permitan el progreso en el logro de objetivos sin dejar, verdaderamente, a nadie atrás.

La superación de la pandemia y la crisis que ha dejado en el sector parece el momento óptimo para que las empresas se lancen a esta transformación en sus negocios, sus formas de producción y distribución e incluso sus canales de venta. Existe la convicción generalizada de que el consumidor tenderá a comprar menos y a comprar mejor, y las marcas pueden jugar un papel clave en que esto realmente suceda, lo que supondría favorecer el éxito de su propia apuesta. Cada segmento tiene sus retos y sus soluciones: lujo, pymes locales, grandes grupos o empresas de tejidos técnicos son diferentes caras de un poliedro que quiere y puede hacer las cosas cada vez mejor. Desde LLYC trabajamos para poner en valor las fortalezas de las diferentes empresas y acompañarlas en su viaje por el camino de la sostenibilidad, identificando sus fortalezas y alineando actuaciones para impulsar el cambio.

¿Tomamos medidas?

Escrito por Teresa Arozarena, Gerente del área Stakeholders Management en LLYC.