COMUNICAR EL 8 DE MARZO: ¿UNA BUENA DECISIÓN?COMUNICAR EL 8 DE MARZO: ¿UNA BUENA DECISIÓN?

COMUNICAR EL 8 DE MARZO: ¿UNA BUENA DECISIÓN?COMUNICAR EL 8 DE MARZO: ¿UNA BUENA DECISIÓN?

La empatía con los principios feministas y el compromiso (afortunadamente) creciente con la equiparación de derechos ha situado la igualdad en el centro de la conciencia y la acción social. Especialmente, desde 2018 (año en que las calles se llenaron de nuestras proclamas durante el Primer Paro Internacional de Mujeres), el mes de marzo se ha consolidado como una ventana de conversación sobre estas reivindicaciones y un espacio de reflexión sobre los avances (y retrocesos) en materia de inclusión y paridad.

En este contexto, cada vez son más los actores que participan en esta conversación. Pero, inevitablemente, a medida que aumenta la conversación, también lo hace el ruido. Si bien es comprensible (o, al menos, realista) que estos actores posean diversos niveles de conocimiento, retórica y, por supuesto, contribución a la causa feminista; en 2022 debemos rechazar, sin titubeos, cualquier posición estética que no parta de una comprensión y un compromiso con los principios del movimiento.

En este punto (y antes de que nos llevemos, este marzo, las manos a la cabeza con sonrojantes nuevos ejemplos de purplewashing o femvertising), los expertos en comunicación debemos reflexionar sobre los límites capitalizables de la simbología feminista (a menudo, empleada de forma estereotipada o vacua); la necesidad de anteponer el storydoing al storytelling (en un territorio donde la coherencia entre ambos es indispensable); y, sobre todo, abrazar siempre el sentido social de esta conmemoración (que no celebración): la lucha contra una realidad estructural discriminatoria, desigual y de violencia contra la mujer.

Por ello, en primer lugar, si estás iniciando esta semana tu estrategia de comunicación… lo mejor es que, quizás, la guardes en un cajón (o carpeta, en estos tiempos) y la revisites a partir del 9 de marzo (con una óptica, probablemente, menos oportunista). La paridad y los derechos de las mujeres deben conformar un eje estratégico continuado (si no consolidado). Pero, incluso antes de plantearnos el momentum, debemos reflexionar sobre nuestra legitimidad cultural y social a la hora de conversar en el territorio.

Y el primer espacio donde debemos evaluar la aplicación de los principios feministas es, de hecho, en nuestra propia entidad (así evitaremos rolling eyes cuando nuestro logo se tiña de morado el 1 de marzo). Así, conviene hacerse algunas preguntas: ¿promuevo un escenario de igualdad de oportunidades? ¿Perpetúo de alguna forma los roles de género que constriñen a las mujeres? ¿He habilitado espacios de escucha y conversación donde las mujeres puedan expresar con seguridad sus preocupaciones? ¿Abordo este contexto con una perspectiva interseccional? ¿Y en toda mi cadena de valor? ¿Cuenta mi entidad con una estructura representativa y paritaria a todos los niveles?

Desde la equiparación salarial hasta el impulso de referentes femeninos, pasando por la aplicación de medidas de conciliación, resulta imprescindible que, antes de cualquier ejercicio de comunicación externa, auditemos nuestra posición y los resultados de nuestros esfuerzos en esta dirección.

Posteriormente, convendrá reflexionar sobre la contribución concreta de nuestra organización al conjunto de la sociedad. La equiparación de los derechos de las mujeres (al menos, en el grueso de nuestro entorno más próximo) ya ha superado la etapa de la visibilización. Y, aunque la concienciación sea todavía necesaria en algunos frentes, debemos evolucionar de una postura platónica a un compromiso concreto, fehaciente y demostrable (o dicho más llanamente: del hashtag y el claim a la generación de valor real).

De nuevo, algunas cuestiones pueden ayudarnos a discernir si estamos avanzando en la dirección correcta: ¿Qué hago por erradicar las barreras que afrontan las mujeres? ¿Qué inversión y recursos movilizo para promover que mi sector, sin ir más lejos, sea más justo e inclusivo? ¿Aplico alguna forma de activismo? ¿Formo parte de alguna red, grupo o ecosistema que comparta estas mismas inquietudes para fomentar la acción colectiva? ¿Sé qué stakeholders son los que pueden propiciar los cambios necesarios?

En este punto (y tras un proceso de autoreflexión que nunca debe frustrarnos, sino motivarnos para avanzar en la dirección correcta), llega el momento de revisar algunos principios que deben guiar nuestras estrategias de comunicación en este territorio. A continuación, algunas ideas:

  • Feminista, ¿pero no mucho? La lucha contra la desigualdad no puede ser, en ningún caso, tibia. Es habitual recibir briefings con decenas de asteriscos para acotar los riesgos reputacionales; pero la significación y la integridad van de la mano en este territorio. Y es que, si «lo personal es político» (como aseveraba Carol Hanisch), lo corporativo también puede serlo (o, al menos, es imprescindible que algo sea politizable para que esté sujeto a cambio, como apunta la neurocientífica Inés Abalo).
  • Reflexiona sobre los sesgos y aplica una lente lo más inclusiva posible. Nuestra visión del mundo es, comprensiblemente, parcial: por eso, es imprescindible que retemos nuestras ideas preconcebidas y nuestros sesgos inconscientes. De esta forma, generaremos espacios de conversación más integradores e inclusivos para todas las mujeres.
  • Alíate: es una lucha de todos. Aunque en la lucha feminista es imprescindible la acción y la conciencia individual, la fuerza de este movimiento va asociaciado a su colectivización. Muchos de los retos estructurales a los que se enfrentan las mujeres requieren una acción colaborativa, organizada y conjunta. Sé integrador.
  • Trasciende los estereotipos. A menudo, las grandes campañas están sustentadas en principios comprensibles y conceptos sencillos. Sin embargo, no podemos sustituir el insight sencillo por el insight básico. Evita el uso de roles estereotipados de las mujeres (o contribuye a confrontarlos y desperpetuarlos).
  • Por supuesto, no mercantilices el movimiento. Este principio es bastante evidente. Si tu approach para el Día Internacional de la Mujer se parece a San Valentín o al Black Friday, tenemos (¡y tendrás!) un problema.
  • Y, sobre todo, dales voz a ellas. No en vano, gran parte del problema al que nos enfrentamos viene dado porque, a lo largo de la historia, nuestra voz ha sido silenciada o ignorada. La generación de referentes en las que nos veamos reflejadas es imprescindible (ojalá 2022, en lo corporativo, sea el final de los manels – paneles formados solo por hombres- entre otras cosas). Y, sobre todo, escucha, integra (y, por supuesto, prioriza) nuestro punto de vista, en todo lo relacionado con nuestra lucha.

Artículo elaborado por Andrea Muñoz Martín, Consultora Senior de Comunicación Corporativa en LLYC.