Ya fábula de fuentesYa fábula de fuentes

Ya fábula de fuentesYa fábula de fuentes

Si cualquier lector de prensa económica se tomara un chupito cada vez que encuentre en su diario la palabra “fuentes”, en apenas un par de horas estaría en urgencias sometido a un lavado gástrico. Ni siquiera hace falta buscarlas, porque se aparecen solas nada más hojear cada página o descender unas cuantas noticias en la web. Según el buscador de una compañía de recortes, solo entre las páginas de los tres diarios de economía se citan más de seiscientas fuentes en una semana. Las más habituales y sufridas son las financieras, las consultadas y las del mercado, pero a poco que se bucee puedes tropezarte con auténticos hallazgos. El mejor, para mi gusto, el que le leí hace unos días en un diario nativo digital: fuentes financieras de primer nivel. Basta añadirle un escalafón al sustantivo para elevar una de las fórmulas más pedestres hasta la categoría de auténtica joya de precisión y elegancia.

No es una ley matemática y tampoco conviene generalizar, pero si se sigue el asunto es relativamente fácil saber quién puede estar detrás de cada fuente. En la fórmula anterior, detrás del primer nivel podría estar una de las compañías directamente implicadas en la noticia. Las de segundo nivel, o del mercado, podrían referirse a una fuente indirecta, generalmente la consultoría de comunicación que lleva los asuntos de prensa de la compañía en cuestión. Quien nos quiere menos prefiere denominarnos fuentes conocedoras de la operación o incluso fuentes generalmente bien informadas. Insinúa así que alguna vez también podemos llegar a desconocerlas o a malinformar, básicamente cuando nos encastillamos en el “sin comentarios”, una de las fórmulas más descorazonadoras para la buena relación entre un periodista y su fuente. O cuando la propia empresa no termina de pasarnos los datos o los comparte de forma manifiestamente sesgada, opción a veces también frecuente y donde el desaliento pasa de los periodistas a nosotros.

Luego estarían las fuentes de tercer nivel, aquellas conocedoras indirectas de la operación. En ese hábitat específico los bancos de inversión suelen manejar más cotilleos y exclusivas que una peluquería en el arranque de la transición. Cuenta la leyenda que sobre la verborragia de determinados bancos de negocios se asienta el currículum de más de un periodista. Cuando un periódico publica el cierre de una operación donde participan varios agentes, en el sector hay una ley no escrita según la cual el que aparece en segundo lugar probablemente haya sido el filtrador. No siempre es así. Yo he llegado a ver a una consultora inmobiliaria dar en primicia una operación a un medio, embozada tras el habitual fuentes del mercado, y aparecer citada con nombre y apellido en el último párrafo. Todo un salto con tirabuzón digno de los mejores gimnasios con fuente.

Entre los colegas británicos desconcierta la propensión a las fuentes del periodismo español. Fieles al empirismo de Hume, defienden que los medios solo deberían incluir aquellas noticias donde pudiera saberse cuál es la fuente. No tengo muy claro que esa medida mejorase la actual realidad. Es probable que agravara lo que el maestro Aurelio Medel llama periodismo declarativo. Sin el trampantojo de la fuente, ninguna compañía se atrevería a mojarse ni daría información. Solo “statements”. Se limitaría a los entrecomillados vacuos que sirven lo mismo para una adquisición, un bautizo, una fusión, la exaltación de la amistad o los homenajes a los matrimonios por sus bodas de oro. Por seguir a Medel, si las compañías marcasen la pauta con esas declaraciones tan manidas y políticamente “iesyí”, leer el periódico sería tan decepcionante como un debate electoral sinfín. En cambio, detrás del embozo de la fuente a veces circula y llega a asomarse el mejor periodismo. Claro que hay casos donde, a fuerza de inflar una gaseosa pompa de jabón durante meses, la realidad puede terminar haciéndote estallar la versión de la fuente, para borrón, sonrojo y desencanto a lo Panero de su propagador. Son gajes del oficio. Lo único inaceptable sería que un plumilla acusara públicamente a su fuente de engañarle, por mucho que, como en todo, haya podido darse alguna excepción a la norma.

Sea como sea, animo al lector de prensa económica a que no pase de largo por ninguna de las fuentes que se le aparezcan en su constante hojear la realidad. Seguirles la pista es un ejercicio mental estimulante y divertido, mucho más, por ejemplo, que la ensalada de números a las que se suelen reducir los sudokus. Los documentos a los que ha tenido acceso un diario son otro tipo de fuente, donde por lo general siempre se sabe quién está detrás. El qui prodest de los clásicos. Con las fuentes pata negra no siempre es tan fácil acertar a la primera. Los periodistas, y a veces hasta los consultores, tenemos la manía de contar cosas, que es la auténtica fuente de nuestro oficio. En eso mantenemos siempre un entusiasmo infantil. Somos como niños y, como bien decía Jorge Guillén, cualquier niñez siempre es “ya fábula de fuentes” Financieras, del mercado, conocedoras, consultadas o de nivel. Pero fuentes.

Artículo elaborado por Juan Carlos Burgos, gerente de Comunicación Financiera en LLYC.