Formas saludables de reivindicar la nutriciónFormas saludables de reivindicar la nutrición

Formas saludables de reivindicar la nutriciónFormas saludables de reivindicar la nutrición

Hablar de la relación entre alimentación y salud (ese es el significado de la palabra nutrición) tiene el condicionante previo de hacerlo desde España. Tenemos el doble privilegio de comer regularmente y a diario, y de poder elegir en nuestra dieta de todo o de casi todo. Formamos parte del colectivo mundial más afortunado, sin el severo problema cotidiano de los más de 800 millones de personas que aún sufren hambruna en el mundo, según datos de 2020 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO.

Estamos en un momento de interés generalizado por la salud. Las secciones de vida saludable, nutrición y calidad de vida han ganado notoriedad y relevancia en medios de comunicación y redes sociales. A menudo con opiniones rápidas, apresuradas y demasiado imperativas. El riesgo de polarización, tan propio de nuestro tiempo, también empieza a darse en el ámbito de la salud, la sostenibilidad y los buenos hábitos de vida. Por eso sería sumamente conveniente promover una reflexión tranquila y bien argumentada sobre la industria alimentaria y nuestra alimentación, así como advertir de forma razonada y sin sensacionalismos sobre los principales riesgos y carencias.

Vivimos en un mundo informativo tan instantáneo que cada día parece el primero, aunque al siguiente ya casi nadie se acuerda de lo que pasó la víspera. Es una perspectiva demasiado fugaz y entrecortada, que descontextualiza la propia realidad y dificulta los verdaderos hábitos saludables, que son la variedad y la repetición. Mirar adelante y atrás, y lo más lejos posible en ambas direcciones, siempre ayuda a dar sentido a las cosas. Por ejemplo, la estatura media de los españoles ha aumentado 13 centímetros en los últimos cien años, según un informe de la Organización Mundial de la Salud. Significa que hemos mejorado de forma integral, especialmente en los últimos cuarenta años. Por lo tanto, ha habido también una transición alimentaria, paralela a la política y social, en la que evidentemente habrá influido la genética, pero también la nutrición adecuada, la educación, las buenas condiciones de vida y, desde luego, el desarrollo económico.

La estatura media es un vector de desarrollo nacional, pero también planetario. En determinados países africanos, como Sierra Leona, en los últimos años ha seguido menguando ligeramente. La diferencia de estatura entre los habitantes de un país rico y otro pobre sigue estando en torno a unos veinte centímetros. Si alguna vez llegasen a equipararse, sería una evidencia de que el desarrollo sostenible va en la buena dirección.

Si la altura es un factor de desarrollo nacional, la esperanza de vida resulta todavía más determinante. Según el Instituto Nacional de Estadística, el promedio de longevidad de los españoles está en 82,4 años. Es cierto que nuestra esperanza vital se ha recortado unos meses, pero aun así seguimos estando entre los países con una mejor expectativa. Es prematuro hablar del posible efecto de la pandemia en estos datos. Analizar esa cuestión requeriría mucho más espacio que un artículo necesariamente breve como es este. Para esta ocasión, vale decir que nuestra longevidad puede suponer un problema para las arcas de la Seguridad Social, pero también pone en valor la calidad de nuestro sistema sanitario, y certifica que nuestra alimentación es mejor y más saludable que la de nuestros ancestros.

La esperanza de vida es un indicador clave del Desarrollo Sostenible según los baremos de la Unión Europea, o para comparar la inclusión y protección social, de acuerdo a la Organización Mundial del Comercio. Es determinante además para planificar la Salud y los cuidados a largo plazo de la población, según los estándares de la Comisión Europea, o un factor crucial para medir la igualdad de género, según Eurostat.

Claro que el desarrollo en determinados estándares de la calidad de vida también supone nuevos riesgos. Es el caso de la tan temida obesidad, o incluso el impacto en los recursos naturales que ocasiona nuestro sistema de alimentación. El impacto de la obesidad se ha triplicado en todo el mundo en los últimos 45 años. Según datos recientes, casi 700 millones de personas son obesas, y más de 1.200 millones tienen sobrepeso.

La FAO ha sido pionera en vincular la obesidad al el nivel económico y educativo de los progenitores. Cuanto mayor es la pobreza y menores las horas de estudio, la obesidad crece proporcionalmente más rápido. La profundidad educativa influye en hábitos como el deporte y su antagonista, el ocio pasivo, al igual que las horas de sueño o los ingredientes de la dieta.

Con todos estos condicionantes, y entrados ya en la tercera década del siglo, es conveniente recapitular sobre el valor de nuestra cadena alimentaria y su industria. Deberíamos ser capaces de concienciar sobre su relevancia, de reivindicar la importancia de una dieta variada y de sus múltiples ingredientes, sin culpabilizar a ninguno de ellos de unos males que conviene contextualizar y analizar en detalle. Más que buscar sospechosos habituales, los males complejos que padecemos como sociedad necesitan de un trabajo preventivo y divulgador auténticamente de fondo y constante.

Nuestra cadena alimentaria es fuente de creación de riqueza. Articula el tejido social y nos permite el acceso a numerosos productos de calidad. Su proceso productivo y de distribución es susceptible de ser mejorado. Cada uno de nosotros también podemos mejorar nuestros hábitos para luchar contra la obesidad, el desperdicio o el mal uso de los recursos naturales. Para todos estos y muchos otros desafíos, utilizar adecuadamente la información, y comunicarnos mejor, redundará en beneficio de todos. Más y mejor comunicados, a todos nos será más fácil seguir creciendo saludablemente juntos y en los próximos años.

Escrito por Nieves Álvarez, Directora Senior de Comunicación Corporativa en LLYC, en colaboración con Juan Carlos Burgos, Gerente de Comunicación Financiera en LLYC.