Dividendo en tiempos de crisisDividendo en tiempos de crisis

Dividendo en tiempos de crisisDividendo en tiempos de crisis

 

La importancia de mandar un mensaje claro desde la compañía.

 

Las empresas disponen de diversas fórmulas para retribuir a sus accionistas. La más habitual y generalizada es el reparto de los beneficios a través de la distribución de dividendos en efectivo por acción, aunque también existen otros modelos como el scrip dividend, donde los beneficios se reparten a través de nuevas acciones de la compañía.

En cualquier caso, la política de distribución de dividendos de la compañía es una decisión estratégica y con un alto impacto en la organización desde muchos puntos de vista: balance, rentabilidad del accionista, planes de desarrollo e inversión, política de apalancamiento…etc.

Se trata de una decisión relevante para el desarrollo de las empresas, estrechamente relacionada con sus políticas de financiación y endeudamiento y que normalmente se mantiene estable durante un periodo que suele coincidir, al menos, con los planes estratégicos desarrollados por el management (3 o 5 años).

Las estrategias generosas en reparto del beneficio suelen coincidir con empresas maduras, a diferencia de aquellas que se encuentran en fase de crecimiento y que prefieren reinvertir la gran mayoría de sus beneficios en hacer crecer el negocio o tienen fuertes inversiones en I+D+I. Hay casos incluso, como el de las SOCIMIS, donde el reparto de dividendos no es una opción, sino una obligación.

La estructura de capital es otro factor que puede influir en la decisión de ofrecer un dividendo mayor o menor, sirviendo a veces como herramienta de atracción o fidelización de accionistas en función de si su porcentaje de propietarios e inversores particulares o institucionales es mayor o menor.

El punto de vista del inversor también es importante. El inversor minorista que busca una rentabilidad a largo plazo basada en la revalorización del subyacente, no prestará tanta atención al dividendo. Pero en aquellos casos en los que el inversor particular busca una suerte de cupón, de ingreso regular y rentabilidad más inmediata a sus ahorros (sobre todo en un escenario de tipos de interés tan bajos como el actual), la rentabilidad por dividendo y las políticas de pay-out serán decisivas a la hora de invertir sus recursos.

Si nos fijamos en la Bolsa en España, ésta ha sido tradicionalmente un mercado caracterizado por una elevada remuneración al accionista, sostenida en el tiempo, creciente y amortiguadora de los movimientos de los precios en el mercado con opciones de inversión en empresas con un dividendo interesante como Mediaset, Repsol, ACS o Bankia. Esto hace del mercado de valores español uno de los más atractivos a nivel internacional, con una rentabilidad por dividendo anual casi siempre por encima del 4%.

También el inversor institucional tiene muy en cuenta el dividendo en según qué casos. Algunos fondos de inversión de renta variable y gestoras han aprovechado los tipos de interés bajo cero para lanzar o potenciar vehículos que priorizan la compra de acciones de compañías generosas en el reparto del beneficio. En algunos casos, esto les ha supuesto incluso incrementar sus rentabilidades gracias a estos dividendos.

Y no hay que olvidar el factor de los índices, que recogen la evolución de las compañías en esta materia y las convierten en “invertibles” o no para fondos tanto de gestión activa, como sobre todo de gestión pasiva, donde un mínimo cambio en el posicionamiento de la compañía o su salida de un determinado índice puede hacer que, automáticamente, abandonen el universo de inversión del fondo indexado. Esto, para muchas compañías es como una suerte de investment grade que no se pueden permitir perder.

La decisión de repartir los beneficios en forma de dividendos es, por lo tanto, complicada y no debe ser tomada a la ligera.

Pero, ¿qué ocurre cuando la empresa atraviesa dificultades de carácter financiero? ¿Debe mantener los dividendos a pesar de todo? La respuesta a estas preguntas no es fácil, ni única.

En una crisis como la que estamos viviendo, tan dura como imprevista, las empresas están teniendo que reaccionar y poner en marcha todas las medidas a su alcance para aguantar el golpe lo mejor posible y tratar de asegurar su sostenibilidad en el tiempo.

En este sentido, factores como la fuerza de su balance y la liquidez, su estructura de deuda y en definitiva su modelo de negocio al completo, son de suma importancia. En función del impacto que la crisis tenga en su negocio y de la situación financiera de la compañía en ese momento, los dividendos (si es que los tenían previstos) pueden ser una herramienta muy útil para aportar un extra de liquidez e independencia financiera.

De hecho, no son pocas las entidades que apuestan por la supresión total, parcial o temporal de los dividendos. Voces oficiales como la del BCE, abogan por esta supresión de reparto de beneficio en el caso de las entidades bancarias con el objetivo de preservar sus ratios de capital y liquidez (en el caso del Santander por ejemplo la anulación del dividendo le dará acceso a más de 90.000 millones extra de crédito para sus clientes) o el Supervisor Europeo de Seguros (Eiopa), que también recomendaba la eliminación del reparto de beneficios dada la crisis actual. También encontramos voces, no oficiales, pero de peso en la industria como la de JP Morgan, que “pedía” a empresas como Telefónica o Vodafone reducciones de su dividendo.

El lado positivo para la compañía estaría claro, pero ¿qué hay del accionista?

Aunque los dividendos no están garantizados, como podría ser el caso de un depósito o el cupón de un bono, su cancelación podría ser interpretada como el incumplimiento de la promesa hecha por parte de la organización en materia de retribución a sus propietarios.

Las compañías se enfrentan por lo tanto a un doble reto: por una parte, el financiero, donde deben tomar las mejores decisiones para asegurar la viabilidad de la organización; y por otra de comunicación y reputacional, donde la justificación de las decisiones financieras relativas al dividendo es, como hemos analizado, de suma importancia.

En determinadas circunstancias, si desde la compañía se considera que es preferible proteger el balance a mantener el dividendo, es muy importante explicarlo bien. En este caso, deberán prevalecer criterios prudenciales, que son los que finalmente aportarán valor al accionista a largo plazo, por encima de otros aspectos.

Si por el contrario, la decisión de la compañía es mantener el reparto de beneficios, a pesar de la complejidad de la situación y la incertidumbre, el reto será aún mayor. El management se verá ante el desafío de, una vez ideado su plan de reacción para la compañía, hacer “creíbles” esos números y ganarse la confianza de los mercados. Esa confianza se verá recompensada doblemente, con estabilidad por parte de los accionistas y un recurso clave: el tiempo. Tiempo para desarrollar los planes de la compañía y alejarse del cortoplacismo.

La decisión pertenece a cada compañía, a cada Consejo de Administración, Comité de Dirección, a cada CEO. Una vez se abandona la sala de reuniones con un ok en los números, llega el tiempo de convencer (y vencer).

 

Escrito por  Ignacio Colmenero Arenado, Consultor Senior Invest. Relations, Com. Financiera en LLYC.